Sala La Flamenca
Los encalados muros han sido mudos testigos de memorables noches flamencas prolongadas hasta la madrugada, en las que el cante, el baile y el toque encendieron la llama de la pasión flamenca estimulada por el duende latente en las viejas estancias.
Y es que como escribió Agustín Gómez a propósito de una velada, Bodegas Campos es «el lugar que uno sueña como escenario natural del flamenco y, gracias a su gerencia, conserva y abrillanta el señorío, la elegancia y el tirón artístico que siempre tuvo, como sello de la familia».
Numerosas fotografías añejas o recientes de cantaores y, en menor proporción, guitarristas y bailaores, tapizan las paredes de la sala, en alternancia con programas, diplomas, instrumentos y otros recuerdos evocadores, sin olvidar la alacena que concentra libros, discos y reliquias varias.
Por la casa han pasado Antonio, Mario Maya, Pepe Pinto, la Niña de los Peines, Antonio Mairena, Lola Flores, Cristina Hoyos, Blanca del Rey o Paco de Lucía, sin olvidar a Merengue, El Niño de la Corredera, El Pele, La Tomata o Vicente Amigo, tan cercanos.
